lunes, 26 de noviembre de 2012

No todo el que es chocado por un conductor ebrio muere, reflexiona.

No todo el que es chocado por un conductor ebrio muere, reflexiona.



Ella era Jacqui, antes de que el automóvil donde viajaba quedara así. 

Temprano en la mañana del 19 de septiembre de 1999, Jacqui de 20 años de edad y cuatro de sus amigos volvían de un cumpleaños a sus casas. Reggie Stephey, estudiante de secundaria de 18 años regresaba a su casa después de haber estado bebiendo cerveza con unos amigos. En un camino oscuro en las afueras de Austin, su SUV se desvió estrellándose contra el Oldsmobile que llevaba a Jacqui y sus amigos. Dos de los pasajeros del auto murieron ahí mismo y dos fueron rescatados.
En cosa de minutos, el coche se incendió. Jacqui quedó aprisionada en el asiento de pasajeros delantero, quemándose mas del 60% de su cuerpo; nadie creyó que pudiese sobrevivir. Sin embargo Jacqui vivió. Tanto se le quemaron las manos que tuvieron que amputarle los dedos. Perdió el pelo, sus orejas, su nariz, su párpado izquierdo y mucho de su vista. Ella ha tenido mas de 50 operaciones desde el choque y aún tiene muchas más por delante.

La vida de Jacqui ya no es la misma. Ahora se dedica a dar conferencias de concientización a una de las más importantes causas de muerte a nivel mundial.

Pueden haber historias parecidas , pero nunca se había presentado algo tan crudo como esto.





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